Astorga, capital de los astures y amacos en el tiempo de la dominación romana, lo fue más tarde de un conuentus iuridicus de dilatadísima extensión. El nacimiento de la ciudad, al amparo de las condiciones surgidas por la ocupación romana en el noroeste peninsular, vino marcado precisamente por su condición de capital de un territorio en el que situó la mayor explotación aurífera de la Hispania Romana: Las Médulas. La organización política, administrativa y militar en esta parte del imperio se hizo en función de un único objetivo: desarrollar y proteger la minería del oro. Astorga, extraordinario cruce de caminos, pues en ella confluían las calzadas que llevaban a lugares como Mérida, Braga, Lugo o Zaragoza, fue una ciudad importantísima cuyos numerosos vestigios arqueológicos nos permiten hacernos una interesante idea de la vida urbana.