Quien más y mejor lea tendrá más temas de los que hablar y escribir, e incluso podemos pensar que quizá tenga más familiaridad con determinadas estructuras con las que comunicarse por escrito u oralmente.

Para aprender a escribir, debemos principalmente practicar la composición escrita; para aprender a leer, debemos principalmente practicar la lectura. Para aprender a expresarnos oralmente, debemos principalmente provocar situaciones de intercambio oral.

Ya hemos señalado que un Plan de lectura de centro realmente ambicioso puede perseguir no sólo una lectura eficiente, sino una enseñanza coordinada para que el alumnado pueda comunicarse oralmente y por escrito de una manera eficaz y activa.

Es evidente que quien más y mejor lea tendrá más temas de los que hablar y escribir, e incluso podemos pensar que quizá tenga más familiaridad con determinadas estructuras con las que comunicarse por escrito u oralmente. Pero ello será solamente una parte de las habilidades, posiblemente las más generales, del conjunto de destrezas específicas que le serán necesarias para el diálogo, la exposición oral y la composición escrita.

Somos conscientes de que leyendo se aprenden muchas cosas. Nos gustaría también que nuestro alumnado, por el mero hecho de leer, estuviera aprendiendo simultáneamente habilidades importantes para la comunicación oral y escrita. Sin embargo, no hay una relación automática entre la capacidad lectora y las destrezas para la expresión oral y la composición de textos escritos. Son procesos diferentes, pero un Plan de lectura puede también potenciar algunas habilidades relacionadas con la escritura y la expresión oral.

Metodológicamente debe señalarse la necesidad de realizar aprendizajes y secuencias diferenciadas para lengua oral y lengua escrita, todas ellas bajo el objetivo de saber comunicarse, pero con algunos subprocesos y recursos claramente diferenciados. Señalemos en ese sentido, que la secuencia habitual a través de las diferentes etapas de nuestro Sistema Educativo trabaja primero entender, hablar y conversar; y después, leer y escribir. Pero un Plan de lectura puede utilizar lo leído como raíz de actividades para exponer y conversar, y para escribir.

Como hemos señalado, lo importante será definir y proponer un conjunto de situaciones prácticas, lo más reales posibles, en las que lo leído esté al servicio de nuevas necesidades de comunicación, orales o escritas, en diferentes soportes. Es decir, todo texto que es leído y comprendido en el aula, puede ser germen de una nueva necesidad comunicativa, que necesitará un texto, oral o escrito, en soporte papel o digital. La producción de estos exigirá comunicar de forma eficaz y coherente lo que se quiere expresar, utilizando adecuadamente el lenguaje que cada situación requiera. Por tanto, a partir de la lectura, buscaremos la mejora de la planificación y ejecución de la expresión oral o la conciencia crítica de la composición de textos escritos.

Con respecto a la composición escrita de diferentes textos a partir de un texto leído, es importante valorar tanto el proceso como el producto final. Ante el papel en blanco o la pantalla del ordenador, el alumnado debe realizar dos tareas básicas: el análisis de la situación comunicativa requerida y el compromiso de elaboración de borradores que someterá a autocrítica y mejora.

Metodológicamente, es de gran interés proponer dos o más situaciones comunicativas diferentes a partir de un mismo documento leído, con el fin de que los grupos puedan verbalizar qué querían hacer, para quién iba destinado el texto, con qué estructura global lo prepararon,… Por ejemplo, tras leer varios textos sobre las vacas, un grupo puede escribir un texto descriptivo destinado a un niño saharaui que nunca las vio, otro una carta a un abuelo que fue vaquero, otro un spot sobre los beneficios de la leche,...

Posteriormente, el trabajo de textualización o redacción y de elaboración del formato digital seleccionado deberá conllevar una tarea de relectura periódica para comprobar la coherencia y relación de las ideas, así como la correcta cohesión de las expresiones. En Secundaria, además, se deberá intentar que se tenga conciencia de los posibles recursos lingüísticos que se utilizan para lograr una expresión más matizada y eficaz. Por último, el proceso de revisión no solo buscará posibles mejoras ortográficas y formales (márgenes, párrafos, concordancias,…), sino que supone una nueva oportunidad para adaptar globalmente el texto a la intencionalidad y destinatario para el que fue escrito, así como el análisis del adecuado uso de los códigos de cada uno de los formatos susceptibles de ser utilizados.

Metodológicamente no hay problema en que se proponga la composición de un texto muy diferente al que ha sido leído, es más, esta lejanía en ocasiones tiene una gran rentabilidad didáctica. Así, tras la lectura de un cuento, puede proponerse escribir un anuncio para promocionar turísticamente uno de los escenarios del mismo, o una carta dirigida a uno de sus personajes o entre varios de ellos, o un diálogo entre dos adultos que están discutiendo si ese cuento es mejor o peor que otro para una determinada edad,…

Progresivamente, tras la lectura del texto inicial, la complejidad de los textos de salida puede ser mayor e incorporar tanto documentos tipificados por su uso social (reclamaciones, formularios, instrucciones de uso) como textos propios de los medios de comunicación. Así, siguiendo con el ejemplo de la lectura inicial de una narración, se puede pedir redactar como breve noticia una de las acciones del mismo (sea cual sea la época en que se desarrolla), o una entrevista a un personaje o a su autor, o escribir una carta al director protestando por la existencia en la ciudad de algunos de los problemas que sufren los protagonistas,…

La diferencia deseable entre el texto leído inicialmente y el texto propuesto para la mejora de la expresión hace posible la propuesta de realizaciones orales tras una lectura. Por ejemplo, una exposición breve en la que se explique qué se ha aprendido con una lectura, o una crítica a una lectura literaria. En ocasiones, cuando se esté trabajando específicamente la exposición oral, cualquier elemento de la lectura previa puede ser seleccionado como germen del tema que pueda desarrollarse en clase.  Por el contrario, aquellas lecturas que permiten conocer puntos de vista diferentes sobre un tema o que suelen generar valoraciones diferentes en un grupo, son especialmente indicadas para proponer una conversación más o menos formal ( tertulia, coloquio, conversación,…).

Progresivamente, tras la lectura del texto inicial, la complejidad de los textos orales de salida puede ser mayor: la entrevista ficticia a un personaje, un debate sobre la conducta de determinado personaje, la reseña radiofónica de un viaje a un lugar citado en una lectura, la crítica radiofónica de una música que se cita en un texto, un debate bien planificado sobre un aspecto polémico de un texto,…