Las TIC han llegado para quedarse. Forman parte de nuestra cotidianeidad personal y también de nuestra práctica educativa. En la sociedad digital han aparecido nuevos formatos de texto, nuevos propósitos para la lectura y nuevas maneras de interactuar con la información. Internet, por su parte, ofrece tres diferencias fundamentales con un texto convencional: el hipertexto, los recursos multimedia y la interactividad. Todo un mundo nuevo; las TIC son una oportunidad pero también un reto y, en ocasiones, un problema. Para todo ello la escuela debe ir construyendo progresivamente una respuesta adecuada.

Todo Plan del siglo XXI debe tener en cuenta los nuevos formatos textuales y los nuevos soportes en los que se difunden los libros. La biblioteca física, con sus estanterías y tejuelos, es solo uno de los canales por los que llegan los libros a los alumnos. La escuela debe familiarizarlos también con los nuevos cauces para que no se pierdan ninguna oportunidad de acceso a la lectura y el plan de lectura de centro debe articular cómo hacerlo.

Por otra parte, el entorno digital ha creado nuevos formatos de textos con dificultades y potencialidades distintas a los textos tradicionalmente trabajados en las aulas. La lectura lineal e intensa pasa a ser una lectura explorativa y  superficial. La “navegación por la información” ha sustituido a la “lectura lineal”. El texto no condiciona la lectura sino que quien lee crea su propia lectura.

Nunca ha habido tantos textos disponibles para ser leídos. Los de siempre, ahora sin papel, y los nuevos formatos de expresión y comunicación digital. Pero, ¿se comprende todo lo que se lee? ¿Se encuentra siempre lo que se busca? ¿Se accede realmente a la mejor información? ¿Se distingue entre información y opinión? Aunque todavía existen publicaciones que ofrecen garantías de su contenido (enciclopedias, diccionarios temáticos o monografías de autores de prestigio), cada vez es más frecuente leer pantallas sin saber quién y con qué motivo ha escrito lo que ha escrito.

Ello nos marca la necesidad de reflexionar sobre la forma específica de leer textos electrónicos, partiendo de la conciencia de que nuestro alumnado necesitan estrategias que no están garantizadas por el simple hecho de ser usuarios persistentes de dichos textos.

Nuevos soportes y nuevos géneros, pero el mismo medio imprescindible (el lenguaje), la misma necesidad (la comunicación) y el mismo objetivo en nuestra tarea: lograr lectores competentes, críticos y selectivos, que conviertan la información y la literatura en verdadero conocimiento, sea cual sea el soporte en el que interactuemos con ellas.

El Plan debe señalar esta novedad e incluir actuaciones para generar esta capacidad lectora de los nuevos textos electrónicos, así como para la búsqueda y valoración de la información con los nuevos medios.

→ Ver Anexo IV “Lectura en entornos digitales ¿Qué aportan las TIC a la lectura?”.