La relación entre los niños y las niñas y los libros, hasta los 6 años, se construye básicamente a través de su lectura compartida con los adultos.
Teresa Colomer

La competencia lectora está íntimamente relacionada con la actitud de los padres hacia la lectura de sus hijos.

Entendemos la educación como el proceso en el que se transmiten valores, conocimientos, costumbres, a través de la palabra y de todas nuestras acciones,  sentimientos y actitudes,  no solo a través de la educación formal, sino teniendo en cuenta igualmente la no formal y la informal, la educación del niño se basa, desde el mismo momento del alumbramiento, en tres pilares fundamentales: la familia, la escuela y la sociedad. En cada etapa de la vida influirá más uno que otro y no cabe duda que la familia debe considerarse como la institución básica más importante en los primeros años de nuestra vida, extendiéndose luego al colegio, con los amigos, y así hasta poder relacionarse con el resto de la sociedad.

La colaboración de las familias en la formación lectora de los niños es indiscutible. Los informes PIRLS (Progress in Internacional Reading Literacy Study) que evalúan la comprensión lectora de alumnos de 4º de primaria, demuestran que la competencia lectora está íntimamente relacionada con la actitud de los padres hacia la lectura de sus hijos y a la mayor o menor cantidad de libros en el hogar.

Por otra parte, los informes PISA que evalúan entre otras, la competencia lectora en alumnos de 15 años, recogen que el entorno familiar es un factor clave en los resultados de los alumnos.

Partiendo de esta premisa, consideramos que la institución familiar va a influir de forma decisiva en la capacidad de desarrollo lingüístico en varios aspectos fundamentales, que pasamos a desarrollar:

  • La familia como institución aportadora de estabilidad emocional y afectividad. Este aspecto influirá en el desarrollo lector posterior del alumnado pues las familias que comparten lecturas con sus hijos crean momentos entrañables que forjarán una actitud positiva hacia las mismas. Los padres deben contribuir a que el niño sienta que puede hacer bien las cosas, desarrollando su autoestima, de manera que él se convenza que está perfectamente capacitado para hacer lo que se propone. En este contexto el niño no tendrá problemas para esforzarse y lograr las obligaciones y metas que supone el aprender.

  • La familia como institución socializadora. De todos los agentes de socialización, la familia es el más importante, además del primero en presentarse y, en muchos casos, el último en desaparecer. El medio familiar constituye, durante muchos años,  el lugar donde los niños y niñas se desarrollan social y psicológicamente. Estos factores sociales (comportamientos, deseos, lenguaje, actitudes,…) intervienen claramente en el proceso lector.

  • La familia como institución que nos aporta modelos. Una de las formas de aprender conductas es a través de la imitación de modelos. La lectura es parte del modelo de conducta que el niño copia de los adultos más cercanos. Si desde la primera infancia los  niños y niñas ven que sus padres, abuelos o hermanos  están en contacto con la lectura,  su iniciación como lectores se producirá de manera natural y espontánea pues, además, estará asociada a una vinculación afectiva. Si, en cambio, el entorno familiar es menos proclive a la lectura, la sola motivación de la escuela, probablemente no producirá un efecto tan inmediato.