Si la educación es un compromiso conjunto de la escuela, la sociedad y las familias, bien tendremos que abordar este último sector. ¿Cómo motivar a nuestros hijos para la lectura, cómo atraerles y hacerlos cercanos al mundo de la lectura?

La adecuación será condición imprescindible. El ser humano, desde temprana edad, está interesado, tiene miedo, curiosidad, interés… por los temas clásicos que son idénticos a lo largo de nuestra vida: el amor, la muerte, la salud, la soledad, el miedo… Estos son los temas clásicos de la literatura, de la vida. Trascienden épocas y culturas. Solo se diferencia su tratamiento si tenemos en cuenta, lo que hemos de considerar los educadores, a quién va dirigido el mensaje, con quién contamos.

¿Quién duda que los adolescentes no van a disfrutar de muchos de los parajes del Ars Amandi de Ovidio? Bien llevada, esta y otras lecturas encandilan, emocionan e integran a los alumnos, no solo a los lectores más ávidos. Ni qué decir tiene que son un filón para empezar a crear a partir de. Nos sorprenden muchas veces los resultados. Nos ayudan a evitar determinismos porque los alumnos también nos enseñan y aleccionan.

Como toda educación, la educación literaria requiere tiempo, paciencia y unas buenas estrategias además de la prédica con el ejemplo. En la casa que se lee, normalmente, los hijos leen. El ejemplo cunde.

Despertar al mundo de la lectura y de la imaginación literaria es despertar al mundo de la oralidad desde edades muy tempranas. Los reyes de la casa necesitan sentirse escuchados, que sus padres tengan unas orejotas tan grandes como Dumbo, para sentirse protagonistas. En el lenguaje temprano, la estimulación del vocabulario, de la imaginación y de ese juego tan propio de la infancia como es el mundo de la realidad- ficción es fundamental. Los padres somos portadores, a su vez, de un mundo de literatura tradicional, folklórica, que no puede ni debe perderse. ¿Quién no recuerda los cuentos clásicos o de cada zona escuchados una y mil veces de boca de los abuelos, los tíos, los padres… y recreados una y mil veces con pequeñitas variantes donde nosotros, niños, ya formábamos parte del "érase que se era…?". En definitiva, antes de la completa alfabetización, antes de la escritura, ya hemos establecido con nuestros hijos un cordón umbilical indestructible que ha de pasar, con variantes enriquecedoras, de generación en generación.

Es muy fácil caer en el error de "imponer" a nuestros hijos las lecturas que nosotros pensamos que deben leer, bien porque eran nuestras favoritas o porque pensamos que serán "beneficiosas". El efecto que produciremos será el contrario, generalmente. Debemos respetar los gustos, la madurez, las aficiones de nuestros hijos.

Orientar y educar es una cosa, imponer otra muy distinta. Gianni Rodari señalaba que nunca se debe ordenar leer un libro a nadie, que lo mejor es sugerir, mostrar, indicar, aquellos libros que nos parecen los mejores para que nuestros hijos y alumnos se diviertan y aprendan.

El Ministerio de Educación Cultura y Deporte, en su plan de Fomento de la Lectura, en el apartado dedicado a las familias titulado Si tú lees, ellos leen, extrajo un decálogo que puede servir de orientación para las familias:

  • Dar ejemplo. Las personas adultas somos un modelo de lectura para los niños. Leamos delante de ellos, disfrutemos leyendo.
  • Escuchar. En las preguntas de los niños está el camino para seguir aprendiendo. Estemos pendientes de sus dudas.
  • Compartir. El placer de la lectura se contagia leyendo juntos. Leamos cuentos, contemos cuentos.
  • Proponer, no imponer. Es mejor sugerir que imponer. Evitemos tratar la lectura como una obligación. Este es el problema básico con que se encuentran los niños y jóvenes en muchos centros educativos: las "lecturas obligatorias" muchas veces no apetecen lo más mínimo.
  • Acompañar. El apoyo de la familia es necesario en todas las edades. No los dejemos solos cuando aparentemente saben leer.
  • Ser constantes. Todos los días hay que reservar un tiempo para leer. Busquemos momentos relajados, con buena disposición para la lectura.
  • Respetar. Los lectores tienen derecho a elegir. Estemos pendientes de sus gustos y de cómo evolucionan.
  • Pedir consejo. El colegio, las bibliotecas, las librerías y sus especialistas serán excelentes aliados. Hagámosles una visita.
  • Estimular, alentar. Cualquier situación puede proporcionarnos motivos para llegar a los libros. Dejemos siempre libros apetecibles al alcance de los niños.
  • Organizarse. La desorganización puede estar reñida con la lectura. Ayudémosles a organizarse: su tiempo, su biblioteca.

Por otra parte, si buscamos información y pautas como familias en la educación literaria, tenemos referentes imprescindibles como es la Fundación Germán Sánchez Ruipérez , así como su servicio de orientación lectora donde encontraremos indicaciones y libros recomendados para el público infantil y juvenil.